Dimensiones de las ceremonias del habitar. La limpieza corporal (I)

Max Klinger (1857 –1920) Bañistas (1912)

Los humanos hemos marchado lejos en pos del agua. Sólo allí donde se encontrase podríamos contar con la posibilidad de purificarnos y componer el gesto. La limpieza corporal tiene, como ceremonia, una primera dimensión que implica alejarse al encuentro del agua limpia. Aún hoy, cuando no sin gran esfuerzo y costo logramos acercar el agua al interior de nuestras casas, siempre nos tomamos distancia para la ceremonia de la limpieza corporal.
Las miserias del Existenzminimum, más el costo del acondicionamiento térmico tienden a reducir, en principio, la altura y también la amplitud: habitamos pequeñas máquinas-de-limpiar-el-cuerpo. Nuestros baños actuales tienden a constituir ámbitos-cápsula que contornean el cuerpo, circunspecto señor en el reducto de una recién conquistada soledad individual.

Es por eso que el espejo, elemento ineludible del narcisismo contemporáneo, es también un escape de alivio y perplejidad hacia otra profundidad perspectiva, tan ilusoria como acuciantemente necesaria. 

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