Gilbert Garcin
(1929- )
La
atención a la salud se ha convertido en un interminable corredor flanqueado por
inquietantes y solícitos especialistas en tratar con la libra de carne que les
toca.
Estos
personajes, generalmente de hábito blanco, aguardan, urgidos por el sistema, a
negociar en tiempo escaso las angustias cotidianas del sufrido objeto de sus
filantrópicas acechanzas. Por su parte, este último, se conforma con ser un
mero transeúnte en el resignado camino que —sabe y teme— no tiene más que un remate. El pasillo, en
fin, es prolongado hasta la extenuación final, porque para todo hay un lugar.
Quién
hubiese dicho que el camino del Olvido terminase por oler a desinfectante.
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