Emmanuel Smague
(1968)
Quieren
las cosas de la condición humana que a cada gesto en cada situación se le
sobreimprima el imperio de una regla.
Es que
las personas vivimos jugando en todas y cada una de las más circunstancias que
no alojen. Quizá porque lo circunstante lo es efectivamente por esa
reduplicación del ademán en la regla. Por ello nuestra conducta nunca es
espontánea como lo apreciaría la ingenuidad dominante, sino es una observancia
aprendida de normas. Habitamos, entonces, también una dimensión que delinea los
contornos espaciotemporales de cada juego de la vida, que impone regulaciones y
que hace de toda acción una jugada.

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