Laberintos

Construido sobre las nociones de camino y tránsito, el laberinto tiene como constituyente esencial la sucesión de unos lugares “en los que los senderos se bifurcan”.
En cada encrucijada son por lo menos dos los valores que adopta la elección de una deriva: tomar una dirección hacia la meta —entrada o salida— o errar hacia el extravío. Hallarse y perderse son estados igualmente posibles en un laberinto: de allí que se piense en guardar o extraviar algo o alguien en su interior, que puede ser tanto un tesoro como un monstruo culposo, tanto uno mismo a título de héroe así como a un Otro trascendente.

Existe una complejidad espacial relativa que da cuenta de la entidad intrínsecamente temporal del habitar un laberinto: habitarlo es la representación palmaria de la concepción de la vida como un tránsito.

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