Felicidad y justicia en el habitar de la buena vida

Si la ética de la felicidad se perfila de un modo más o menos claro, el principio de la felicidad o eudemonía debe comprenderse conjuntamente con el principio de justicia.
La vida buena que habita la arquitectura lograda es, y debe ser, necesariamente, promotora de la felicidad y justa a la vez. La arquitectura como resultante del empeño ético humano es el escenario ineludible de las manifestaciones integrales de la felicidad subjetiva alcanzable en un marco social justo. El logro arquitectónico se verifica, más allá de la eficacia técnica, la adecuación a la función o la consumación estética, también en la eudemonía. El propósito ético de la actividad arquitectónica consiste en acceder, en la medida en que es posible dentro de un marco dado de circunstancias, a una justa felicidad en la vida que alberga.
Por ello, el logro arquitectónico no debe radicar, desde el punto de vista ético, en la infrecuente calidad presunta del objeto singular, sino en la felicidad y justicia de un contexto

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