Cuando
una organización social se vuelve compleja, entonces surge la necesidad de una
administración racional. De ahí proviene el germen de la burocracia.
La
etimología hace provenir el término del francés bureau, escritorio, pero en verdad, la clave está en un adminículo
más contundente y menos elegante: el
mostrador. Hay por cierto muchas variantes morfológicas pero lo que es
omnipresente en todo mostrador burocrático es la oposición tajante y operativa
de Dos Lados. Por una parte Nosotros, los propios, investidos variablemente de
Poder. Por otro, los clientes, ciudadanos, civiles, contribuyentes, pacientes,
o aún educandos.
Max
Weber lo ha señalado con especial sensatez: la racionalidad de la burocracia
destruye otras formas no racionales de proceder, pero, a excepción del puro
caos, parece no darse con mejor instrumento. Padecemos su racionalidad.
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