Discriminando

Conviene distinguir a quienes importa, implica o interesa la teoría del habitar del resto de la humanidad que puede ignorarla sin culpa.
Quienes viven o creen vivir en el mejor de los mundos posibles no necesitan preocuparse por la condición de habitar, que le es ineluctable. Por el contrario, interesa y mucho a quienes adoptan una actitud crítica sobre el mundo, la ciudad y la arquitectura que les toca.
Quienes consideran que la arquitectura es asunto privativo de los arquitectos, que son quienes saben todo sobre el asunto, no precisan ninguna teoría del habitar, porque éste es el resultado necesario del obrar del arquitecto profesional. Sin embargo, hay quienes consideran a la arquitectura asunto mucho más vasto que la ocupación vocacional y profesional de los arquitectos; por esto, es necesario discutir, deliberar y juzgar sobre el habitar y esta es una tarea social, no profesional.

Quienes esperan tranquilamente que la satisfacción de sus necesidades la proveerá el mercado, sólo tienen que buscar en éste la solución a sus problemas interpretados por diseñadores, industriales y comerciante. En cambio, hay quienes deben elaborar por su cuenta y bajo su responsabilidad tanto la índole de sus demandas como las respuestas socioculturales adecuadas: para éstos, una teoría del habitar es, sencillamente, imprescindible.

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