Eyolf Soot
(1859 –1928) A la luz de la lámpara
(1895)
Las
ventanas son dispositivos arquitectónicos especialmente elaborados, por lo que,
con su mera presencia, denotan un esfuerzo, un trabajo, una energía aplicada en
pos del mejor acondicionamiento del lugar.
Con
esto se reconoce una dimensión ergotópica inherente: allí donde hay una ventana,
hay trabajo insumido. Es necesario reparar cómo se remunera, económica y
simbólicamente tal magnitud.
Asociada
a ésta aparece otra dimensión importante: la concepción, diseño y disposición
de las ventanas sigue reglas más o menos rigurosas. Cada ventana es un conjunto
de reglas aplicadas en su tamaño, composición y distribución. Así, las ventanas
suponen, en su alternancia con los llenos, un juego rítmico y un tono general
de las fachadas.
Pero
la regla más específica humana de toda ventana es que explica la asimetría de
los flujos de información. En efecto, las siempre lícitas ganancias del
interior, contradicen las subrepticias y eventuales fugas hacia afuera. Las
ventanas, entonces, son umbrales asimétricamente delicados.
Esto
nos lleva a la más intrigante y secreta magnitud de toda ventana. Se trata de
la dimensión erotópica, su constitución de zona
erógena de toda arquitectura, región de especial registro de inquietudes
trémulas y de sutiles estremecimientos.
En
definitiva, una verdadera ventana, que merezca tal denominación, es mucho más
que un sumario agujero en una pared.