Habitar el tiempo (II) La mañana


Alfred Sisley (1839 – 1899) Amanecer en junio en Saint-Mammès (1892)

Por la mañana es cuando la luz natural, el aire y los colores de las cosas relucen límpidos, frescos, recién inaugurados.
Las renovadas energías de los cuerpos se aplican a emprender con ahínco los proyectos del día. Por ello, las cosas suelen lucir en su aspecto más prometedor. Para muchos es la parte de la jornada más propicia para la actividad, el estudio y el ejercicio corporal. Aunque hay excepciones, la habitación de la mañana suele vibrar con una especial intensidad. A través de las ventanas que dan al oriente, la luz solar energiza el fondo de las estancias, la brisa matutina ventila las alcobas aún aturdidas por los vapores del sueño y los colores de las cosas se prodigan en brillos y fulgores nuevos.
La vida humana puebla con cierto entusiasmo las mañanas y las arquitecturas basadas en el servicio atento a la condición humana deberían tener esto en cuenta.

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