El viandante, primer actor de lo urbano (III)


Lisboa

El viandante que circula o que se detiene en este o aquel otro punto de su recorrido, en efecto, discurre, en el triple sentido de que habla, reflexiona y circula. De un lado, el usuario habla, dice, emite una narración al mismo tiempo que se desplaza, hace proposiciones retóricas en forma de deportaciones y éxodos, cuenta una historia no siempre completa, no siempre sensata. También, en efecto, ese usuario piensa, en la medida que suele tener la cabeza en otro sitio, está en sus cosas, va absorto en sus pensamientos, que –a la manera del Rousseau de las Ensoñaciones del paseante solitario– no pocas veces plantean asuntos fundamentales sobre su propia existencia. Por último, el usuario del espacio público pasa, es un transhumante, alguien que cambia de sitio bajo el peso de la sospecha de que en el fondo carece de él. Esa molécula de la vida urbana, el viandante, es al mismo tiempo narrador, filósofo y nómada. Dice, piensa, pasa. Lo que lleva a cabo es una peroración, un pensamiento, un recorrido.
Manuel Delgado, 2017

Tanto el político, el policía como el arquitecto-urbanista pretenden que los urbanitas simplemente circulen.
Estos instrumentadores del Poder imaginan —de modo muy pobre— la circulación como un fluido y disciplinado desplazarse, unas expeditivas mudanzas de un punto a otro. Pero la vocación nómade de los urbanitas es otra cosa. Hacer de la ciudad una madeja frenética y apasionada de recorridos es condensar, mediante el deambular, todo aquello que el viandante protagoniza en su condición de primer actor del drama urbano

No hay comentarios.:

Publicar un comentario