La casa bajo la especie de la imaginación metafórica (II)


Sala de baño en Villa Mairea

Hemos de construir casas que crezcan; la casa que crece ha de sustituir a la máquina para habitar.
Alvar Aalto

Esto de la casa que crece es una metáfora de muy hondo contenido poético
Quizá sea precisamente por ello que resulta difícil que su asunción sea plena y pacífica. Es que antes que considerar que la casa pueda ser algo que crezca debe buscarse una buena razón para que a la casa se le niegue el carácter de cosa inanimada. Por supuesto que dotar de ánima  o vida a una simple cosa es asunto pueril o carente de cordura corriente. El sentido común no se detiene a pensar que una casa, para ser tal, debe considerarse junto al grupo microsocial que la puebla. Y esto es lo que crece: la vida humana que allí tiene lugar.
Como es de esperarse, la recepción sociocultural de tal metáfora no pasa, las más de las veces, como si de una prevención reactiva contra el mecanicismo moderno. Una pura reacción sentimental, una erupción conservadora de la textura amable de toda arquitectura tenida como doméstica.
Pero es hora de asumir el verdadero sentido epistemológico de la idea que aún se está por descubrir. Por ahora, nos queda apenas el sentido surreal de la metáfora: ‘la casa que crece’ es una alborada de una nueva significación.

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