Bajo el signo de la actividad: Marchas (II)


Ray  Metzker (1931 – 2014) Filadelfia (1963)

Si no nos rendimos a la miseria de reducir la marcha a la mera circulación, la marcha tiene profundos contenidos propios.
Marchar llega a ser una actividad deportiva, como en el senderismo o lúdica, como en el excursionismo. Marchar es un valor en sí mismo en términos de labor. Marchar es necesario a la salud, a la higiene mental y al buen vivir.
Marchar supone además un acto productivo. Caminando se elaboran complejos y ricos mapas cognitivos del territorio que se habita. Conocer un emplazamiento supone recorrerlo a conciencia y con método. Por ello, nada favorece más al turista que el deambular atento, el discurrir el territorio, el comprender algo esencial de su constitución como paisaje y estructura.
Le Corbusier ha destacado el valor específico de la promenade architecturale en la justipreciación de los valores de la buena arquitectura. Es que con los pies que adquirimos certezas: la revelación es del clarividente poeta argentino Antonio Porchia.


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