Bajo el signo de la actividad: Estancias (II)


Édouard Boubat (1923 - 1999) Lella (1946)

La estancia prolongada no sólo ahonda la impronta sobre el suelo; el lugar mismo en su totalidad se desbroza como oquedad.
El interior hace su virtuosa aparición allí donde aguardan la mujer amada, el fuego sagrado, los genios hospitalarios, las penumbras confortantes del sueño. Hay en una estancia un reducto céntrico en el mundo, lugar al que solemos volver con ese apego que en el Río de la Plata se denomina acertadamente como querencia. En efecto, es un querer volver recurrente el que hace de un cierto emplazamiento el origen de los laberintos de todos nuestros desplazamientos. Por lejos que estemos de esta estancia, allí es donde tenemos un lugar-en-el-mundo.
Y así, reposando entre el cielo y la tierra, tenemos efectivo, crónico y propio lugar, desplegando un horizonte.

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