Paseante, transeúnte, errante


Georgios Jakobides (1853 –1932) Primeros pasos (1889)

Se hablará aquí de la constitución morosa de una condición.
Se trata hoy de considerar cómo se construye la condición de transeúnte. Es de señalar, en principio, que los seres humanos nos tomamos un tiempo bastante prolongado de nuestra crianza extrauterina para alcanzar el carácter de caminante. Hay que suponer que esta dificultad biológica pueda tener su beneficio futuro: andar es cosa seria y siempre es bueno pensar en el asunto antes de realizarlo. De este modo, los primeros pasos inauguran mucho más que una conducta simple, sino una constitución existencial compleja y rica: un hábito patrón.
En efecto, todo el esfuerzo aplicado en la enseñanza-aprendizaje de la marcha no resulta en un simple recurso mecánico del cuerpo, sino que involucra emociones, sentimientos, afectos y proyecciones tanto simbólicas como imaginativas que se irán desarrollando paso a paso. Aprendiendo a caminar, aprendemos también a aprender. Desafiando al equilibrio dinámico del cuerpo con ayuda externa, nos desafiamos también a pensar. Marchando intuimos acaso los beneficios del discurrir.
Es bueno pensar que aun cuando los achaques de la edad avanzada tiendan a disuadirnos del movimiento, andar conserva todo su hondo sentido y pasear siempre nos es necesario.

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