Debate sobre la psicología del habitar


Simon Vouet (1590 –1649) Venus durmiente (1640)

Existen más que justificadas expectativas sobre los trascendentes aportes que pueda hacer la psicología a la Teoría del Habitar.
Antes se ha insistido en la naturaleza intrínsecamente antropológica de la cuestión sobre el habitar. De ello deriva el consecuente obvio interés de corte sociológico que esta temática pudiera promover. Pero el aporte de la psicología nos aproximaría aún más a las personas de carne y hueso y sueños.
En principio pudiera suponerse que una psicología de la conducta habitable tendría mucho que decir, siempre y cuanto no se contentara con describir tal conducta, sino que —es esperable— se arriesgaría a interpretar los hechos de las complejas interacciones entre las personas y los lugares que constituyen. Conductistas, están desafiados a observar, medir, cualificar y cuantificar.
En lo que me es personal, me inclino a tener más esperanzas en los aportes de la psicología profunda. Esto, porque el habitar es una conducta sí, que debe ser descrita y medida, pero que también debe ser interpretada y analizada en sus dimensiones simbólicas e imaginativas. Por ello, psicoanalistas, también están desafiados. (Y por favor, cultiven un lenguaje comprensible para los legos).
También tengo cifradas esperanzas en los aportes de la Psicología Social. Lo que sucede en este caso es que no dispongo de un acceso suficientemente fluido a la especialidad. Psicólogos sociales, también ustedes están desafiados.
Hace ya mucho que pude acceder a los aportes singularmente interesantes de la Psicología Ambiental. Por alguna oscura razón, he perdido el contacto, si bien tengo altas expectativas sobre un recentramiento de alguno de sus cultores en algo así como en la Psicología de los lugares habitados. También los psicólogos ambientales están desafiados a ocuparse de la cuestión y, asimismo, a divulgar ampliamente sus hallazgos.
Y aún no sé si he agotado la posibilidades y opciones de las disciplinas psicológicas.

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