Notas para una filosofía del habitar (XV) Esferas y laberintos


Villa Pisani

En la cultura occidental disponemos de dos formas arquitectónicas fundamentales: las esferas y los laberintos. Ambas suponen una caracterización específicamente arquitectónica que representa o duplica la propia condición humana.
Si nos imaginamos nuestro habitar de la manera más sencilla y contundente posible, entonces, tarde o temprano, nos las vemos con una esfera. Una tenue pompa, una frágil burbuja, un globo de vida al abrigo de las circunstancias. Así es la imaginación de cualquier ámbito, de cualquier refugio, de toda habitación.
Pero si concebimos nuestro interior en su insondable hondura, entonces intuimos el laberinto. Ésta es la estructura capaz de alojar a la vez la memoria y el olvido, la celda de reclusión o el retiro íntimo, el ámbito tanto de la imaginación de la vigilia, así como de los pormenores del sueño. El laberinto sólo puede ser recorrido con mapas apropiados; por ello nos es más propio que cualquier arquitectura sólida ejecutada por simples mortales.
Esta última, en definitiva, no puede hacer otra cosa que ofrecer torpes y precarias versiones de una combinación figurada entre estos luminosos a la vez que oscuros paradigmas.

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