Notas para una filosofía del habitar (III) Realidad y representación


Alberto Orrego Luco (1854 – 1931) Atardecer en Venecia (s/f)

Ya no hay lugar razonable para el realismo objetivo ingenuo.
Los tiempos nos piden una especial prudencia con los signos de la realidad, esto es, con sus modos de representarse. Pero esto no supone incurrir en una suerte de no menos anacrónico idealismo.
Se vuelve forzoso interpretar los signos de lo real como tales entidades: asociaciones estructuradas de significantes y significados interpuestos entre la realidad y la conciencia. Por ello, todo conocimiento es hipotético y revisable según se vayan sucediendo los tiempos y las circunstancias. Por ello, toda proposición es una conjetura que debe contrastarse con algún género de experimento que pudiese desmentirla. Por ello, debe apuntarse, con humildad cognoscitiva, a elaborar relatos que contendrán cuotas variables de verdad y falsía hasta llegar a seducir la imaginación de un modo especialmente logrado.
Quizá la evidencia o la verificación pretendidamente rigurosa sean, en el fondo, fenómenos más estéticos de lo que queremos admitir de momento.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario