Arquitecturas del lugar (VI) El altillo


Anders Zorn (1860–1920) Atelier (s/f)

Allí en lo alto de la casa, al abrigo del tejado, ocurre el lugar destinado al cultivo de la imaginación.
El altillo tiene vocación de atelier, de estancia peculiar para el desarrollo del self, la cámara de los ensueños que harán eclosionar la personalidad. Una de las pocas fortunas de una vida puede radicar en contar con la posibilidad de retirarse hacia el encuentro de uno mismo allá en las alturas, ir dar con lo que la vida produce e inflige.
La arquitectura del altillo no suele prodigarse en grandes gestos confortables, a excepción de la distancia adecuada que guarda con el resto del mundo. En el caso de constituir un atelier, es fundamental su luz especialmente localizada, que resultará, en definitiva, el mejor maestro de pintura de los que se tenga noticia. El resto de las dimensiones se recortan con especial sujeción a la burbuja pericorporal: nada sobra, pero nada falta, en lo esencial.
El altillo resulta así una especie de entrañable espejo para su habitante.

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