Berenice Abbott (1898-1991)
Para
construir un edificio es necesario acopiar materiales, energías, trabajo y un
plan informativo y directivo. Mientras tanto, para construir un lugar es
preciso colmatar de vida un sitio con la acción del cuerpo habitante.
El
cuerpo debe constituirse como presencia y población, que es diferente a la mera
apertura de un sitio, como el que se realiza desbrozando un terreno para
construir un edificio en éste. Hacer de la vacuidad de un sitio la plenitud de
un lugar implica actuar el cuerpo, practicar el lugar, realizar una completa
irrupción de lo humano allí y entonces. Todo el sentido de hacer lugar descansa
en tres operaciones fundamentales del cuerpo: marchar, demorarse y trasponer.
Cuando
un sujeto sin techo consigue detener su marcha y descansar en algún rincón más
o menos propicio de la vía pública podemos apreciar que tal persona carece de
muchas cosas, aunque no obstante reconoceremos que, al menos, tiene lugar. Un
lugar precario, inseguro e infamante, por cierto. Y, no obstante, es un lugar.
Y es como lugar que demanda nuestra especial atención, porque más de una
brillante realización arquitectónica no deja de ser una magnífica vacuidad
hasta el preciso momento en que una persona consigue tener lugar allí. Porque
la arquitectura que nos incumbe es aquella que se realiza sólo cuando se
colmata de vida.
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