“Siento el cansancio de
Santiago. Quiero hallar en Valparaíso una casita para vivir y escribir
tranquilo. Tiene que poseer algunas condiciones. No puede estar ni muy arriba
ni muy abajo. Debe ser solitaria, pero no en exceso. Vecinos, ojala invisibles.
No deben verse ni escucharse. Original, pero no incómoda. Muy alada, pero
firme. Ni muy grande ni muy chica. Lejos de todo pero cerca de la movilización.
Independiente, pero con comercio cerca. Además tiene que ser muy barata ¿Crees
que podré encontrar una casa así en Valparaíso?”
Pablo
Neruda, 1959
La
confesión del poeta comienza con una demanda de distancia: hay un tramo
virtuoso entre un aquí (Santiago) y un allí (Valparaíso), luego de expresar una
opción por la tranquilidad. La idea de una casa posible comienza por una
noción-fuerza por retirarse, tomar distancia, resituarse.
Sólo
luego de encontrar el emplazamiento geográfico, distante y próximo a la vez,
entonces la demanda principal: una casita.
Así, en diminutivo, con ecos del recordable humble
logis de Gaston Bachelard. El poeta no sueña, como lo hizo Wotan, en un
palaciego Walhal, sino apenas en una humilde morada donde escribir los versos
más inspirados.
Sueño
de poeta, no por cierto de un dios enceguecido por la soberbia.
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