Oír la casa


Carl Probst (1854- 1924) Carl Probst con su esposa Gisela al piano (1920)

Oír la casa es percibir cómo se mitiga todo el bullicio de fuera y así puede sentirse, acaso, la reverberación de nuestros propios latidos en el fondo de nuestras estancias.
Es una actividad quizá imprescindible para cumplir cabalmente la residencia hogareña. Encontrar, reconocer y guardar en la memoria el tono acústico de nuestra casa es un factor importante, aunque soslayado de nuestra condición de estar aquí.
No sea que, por aturdirnos con todo aquello que proviene de afuera, olvidemos dónde es que efectivamente estamos.

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