Sandro Giordano
(1972)
Hay
días en que se tiene una sensación vívida e inquietante acerca de la fragilidad
y futilidad de la vida cotidiana en la actualidad.
Nos
volvemos breves, desechables, efímeros. Así como sorbemos distraídos un escueto
brebaje lejanamente emparentado con el café, nos distraemos en inanes
consideraciones que concluyen en el fatídico gesto de agregar un nuevo
componente a la basura. Y somos nosotros, nuestra condición cotidiana, nuestra
vida corriente las que van a parar allí.
¿No
será ya algo tarde como para reconsiderar nuestra relación con la peripecia
ordinaria, con sus rituales y, sobre todo, con sus contenidos existenciales?
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