Frantisek
Drtikol (1883-1961)
La
apuesta superior de una poética arquitectónica consiste en dejar ser a la vida lo suyo.
La
pretensión de operar con la estructura fundamental del lugar se sustenta, tanto
desde el punto de vista ético como del estético, en emancipar el
desenvolvimiento de la existencia humana. No se trata tanto de proponer
constricciones más o menos racionalizadas a la vida sino de amparar, proteger,
albergar esos cuerpos palpitantes en un marco holgado de magnitudes conformes,
de guantes cómodos, de hornacinas sagradas que resguarden el fuego.
Recién
entonces nos daremos por satisfechos con nuestra labor.
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