Estética del habitar (I)


Elio Ciol (1929)

En lo que toca a la experiencia estética del habitar, la primera operación metodológica es la plena inmersión del sujeto en el lugar.
La plenitud de la inmersión comprende la totalidad de los sentidos y tiene como principio abandonar la pura visibilidad acostumbrada. Mirar siempre constituye una distancia entre el sujeto y su objeto, mientras que una inmersión implica el decidido buceo en la atmósfera del lugar, en el paisaje sonoro, en la miríada de texturas.
Habitar el lugar desde la perspectiva estética implica a todo el cuerpo y ningún estímulo ambiental debe ser soslayado.

Sobre el derecho a habitar (III)


Marie Šechtlová (1928-2008)

El derecho a habitar es una manifestación de una constitucional fraternidad humana.
No puede entenderse sino de tal manera que el derecho vulnerado a una persona afecta a todas las demás. Es la humanidad, en toda su extensión y comprensión, la titular del derecho a habitar. Por esto el derecho a habitar es un derecho humano constitucional.
Así, este derecho anda entre las personas, en las miradas y los abrazos, en los gestos confortantes, en la constitución plena de un nosotros que cada vez nos es más necesario pronunciar con hondos compromisos éticos y políticos.

Sobre el derecho a habitar (II)

Marie Šechtlová (1928-2008)

El derecho a habitar también constituye un derecho al cultivo de ciertas alianzas intersubjetivas.
Este cultivo de ciertas alianzas intersubjetivas origina acercamientos tanto como distancias, en donde la modulación precisa y afectiva de tales dimensiones relativas es la protagonista de una dinámica de hábitos que conforma los lugares que habitamos. Con las aproximaciones y los alejamientos decimos mucho acerca de la constitución de los mundos que habitamos. Familias, grupos, afinidades tienen efectivo lugar allí donde puedan cultivar tales alianzas.
Tanto como un derecho a la intimidad y el retiro estratégico, el derecho a habitar también supone un derecho a asociarse complementario.

Sobre el derecho a habitar (I)


Marie Šechtlová (1928-2008)

El derecho a habitar, si se considera a cada sujeto en particular, implica un derecho a instituir un aquí, en otras palabras, un derecho a una intimidad constitucional.
Lejos han quedado los tiempos en que cada persona se conformaba irreflexivamente con la condición obligada de integrante de una comunidad. Ahora exigimos para cada uno de nosotros un lugar propio, un lugar de soliloquios y de ensueños. Ahora exigimos constituir una distancia de los demás que nos permita recomponer la persona, que no es otra cosa que la compostura social.
El derecho a habitar es el derecho a constituir una región de reserva estratégica.

Políticas del habitar (III)


Artur Pastor (1922-1999)

La apuesta política más definida que se puede esgrimir aquí y de momento, es una política plenamente inserta en un concierto social.
En efecto, no es realista esperar, en las actuales circunstancias tanto como en las inmediatas futuras, un consenso unificado de intereses y posturas. Pero sí se puede al menos soñar con la concertación virtuosa de las diversas fuerzas sociales en torno a acuerdos provisorios, revisables, aunque operativos que vayan abriéndose paso entre las salvajadas del mercado inmobiliario y el puro asistencialismo del Estado.
Es preciso aprender de las experiencias afortunadas de los esfuerzos concertados y proliferar sus virtudes. Habrá que buscar el buen sentido allí donde anida en la conciencia de las personas que han conseguido convivir en lugares efectivamente adecuados, dignos y decorosos.

Políticas del habitar (II)


Artur Pastor (1922-1999)

La participación política del habitante supone algo muy diferente que la ya conocida participación del usuario.
En primer lugar, porque se trata de una participación política, que no clientelar. Y no se trata de un matiz terminológico. Un habitante que participa políticamente es una persona empoderada. El empoderamiento del habitante es asunto mucho más arduo y comprometido social y políticamente que la mera concesión del arquitecto a su cliente de una incrementada capacidad de negociar formas y contenidos.
No es para nada secundaria la precisión en torno al status y la función sociales del habitante, sujeto pleno y libre, a diferencia del comitente, consumidor puramente mercantil de servicios profesionales. El habitante debe ser emancipado de las asimetrías de la relación capitalista-mercantil que se entabla entre el arquitecto y su cliente.
Muchos de mis colegas podrán rascarse la mollera, dubitativos. Pero créanme, ganamos todos si cedemos en una relación de poder que apenas usurpamos falaz e injustamente.

Políticas del habitar (I)


Artur Pastor (1922-1999)

En las políticas sociales del habitar domina el punto de vista tecnoburocrático que suele afectar saber sobradamente qué es lo que conviene a los habitantes.
Lo que convenga o no a los habitantes es materia difícil, pero no justifica el paternalismo institucional. No estaría mal negociar significados, demandas y soluciones. Sobre todo, porque el ejemplo de ciertos enclaves vernáculos se muestra mucho más satisfactorio, desde el punto de vista cualitativo y también en el resultado urbano. Es preciso justipreciar la efectiva cultura arquitectónica disponible en la población. Sobre todo, ahora que la cultura de los arquitectos titulados deja bastante que desear por su falta manifiesta de compromiso con las solicitaciones tanto ambientales como propiamente sociales.
Si no se encontrase con una potente cultura vernácula, no debería descartarse la opción por la formación social al respecto. Porque parece más sano —para todos— contar con habitantes íntimamente comprometidos con las virtudes constatables de su lugar habitado.

Ética del habitar (III)


Tošo Dabac (1907-1970)

Todo parece indicar que una ética del habitar deberá adoptar la perspectiva propia de una generalizada práctica política participativa.
Esta precisión es un recurso de prudencia necesario para evitar el pontificado desde lo alto de un punto de vista demiúrgico. Es la efectiva vida social la que debe ilustrarse por sí y ante sí en la ética de su habitar. Si antes nos ocupábamos del sujeto moral de referencia y estudio, ahora nos toca tratar la perspectiva ética.
Como se verá, es mucho lo que hay que rumiar.

Ética del habitar (II)


Antoni Arissa (1900-1980)

En todo caso, la ética del habitar no debe nunca alejarse de las prácticas sociales que se distribuyen a lo largo y ancho de la vida social.
Esto implica que todos los habitantes deben ser considerados en sus particularidades de edad, género, status, capital económico y cultural. La ética del habitar, en definitiva, no puede construirse sobre un hipotético sujeto habitante —que, muy probablemente, constituiría un adulto varón, de clase media alta, solvente y culto—, sino sobre la efectiva humanidad tal cual es. Tampoco puede construirse esta ética sobre un monstruo estadístico que surge de agregar los distintos porcentajes que arroje la sociometría. Parece más sensato indagar en ciertos perfiles que contornean, en la vida social, un sujeto relativamente consensuado, que adopta diferentes figuras según las circunstancias.
Después de todo, los sujetos son unos con su circunstancia: por ello la adecuación, dignidad y decoro de una senda urbana debe considerarse tanto a la altura de una escolar, así como la de un venerable adulto mayor.

Ética del habitar (I)


Antoni Arissa (1900-1980)

La ética consiste esencialmente(...) en un juicio sobre nuestra acción, haciendo la salvedad de que sólo tiene alcance en la medida en que la acción implicada en ella, también entrañe o supuestamente entrañe un juicio, incluso implícito. La presencia del juicio de los dos lados es esencial a la estructura.
Jacques Lacan, 1906

¿Qué tipo de ética es la ética del habitar?
Acaso sea una ética que principia en aplicarse de modo específico al habitar humano como ethos, esto es, como una conducta condicionada por criterios morales. Por ello, la asunción ética del habitar proviene del rechazo radical de toda perspectiva naturalista al respecto, la que se contentaría con examinar una acción tal como parece mostrarse. La conducta habitable debe ser pasible de interpretación ética. Según parece, los criterios morales principales o valores podrían ser la adecuación, la dignidad y el decoro. En esta forma, el imperativo deontológico se formularía como Todo sujeto debe habitar en lugares adecuados, dignos y decorosos. O bien, si se opta por una fórmula eudemonista: Todos aspiramos, racionalmente, a habitar lugares adecuados, dignos y decorosos.
Aún de manera tentativa y conjetural, vamos edificando una ética del habitar. Aunque no nos vendría mal algún aporte de, digamos, Adela Cortina al respecto.

Examen de las prácticas sociales del habitar (III)


Antoni Arissa (1900-1980)

Santiago de Molina ha señalado[1], con su lucidez habitual, que la arquitectura proviene de una tensión entre la estrategia del proyecto y la táctica de la habitación. Hay en la realidad efectiva de aquello que llega a ser arquitectura viva algo de batalla, en donde, creo, la vida termina decidiendo la suerte de la lid. Porque cada lugar destinado a ciertas cosas, termina siendo implementado con las pasiones amorosas de los habitantes, que crecen y se reproducen, la más de las veces, en los intervalos impensados por todo plan. Y es una suerte para la vida, así como un silencioso desconcierto de la arquitectura de los lugares.
Por esto es de sabios proyectar una arquitectura de pliegues, de hondos intervalos, de umbrales, donde la vida subvertirá incluso tal estrategia.


[1] https://www.santiagodemolina.com/2019/05/multiples-tacticas-de-arquitectura.html


Examen de las prácticas sociales del habitar (II)


Antoni Arissa (1900-1980)

Porque los habitantes marchan es que señalan el método. Después de todo, met-odo (allá en el camino) es la traza de todo asedio heurístico, práctico o productivo. Allí donde se dirija el habitante, allí debemos seguirlo, reparando en la cadencia de los pasos, la dirección de su ruta y el sentido de su marcha.
Los habitantes siempre están marchando y no podemos quedarnos a la vera de su camino.
Debemos convertirnos —heurísticamente— en la sombra que acecha, a pocos pasos de distancia

Examen de las prácticas sociales del habitar (I)


Antoni Arissa (1900-1980)

La heurística de las prácticas sociales del habitar se centra en sujetos que tienen la habitación de umbrales como principalísima condición.
Porque las prácticas sociales participan tanto de una región histórica de experiencias y memorias hondamente arraigadas, así como de deseo de cambio y transformación. Por esta razón, las prácticas sociales propias de los habitantes no son simples estados que puedan observarse con los métodos que tiene el botánico ante hojas y flores. Las prácticas sociales no son, sino que devienen, por medio del sujeto, entre las circunstancias efectivamente experimentadas en el espacio tanto como en el tiempo, así como en estados futuros apenas entrevistos por la imaginación.
Aquello que podemos efectivamente concebir, demandar, requerir, proyectar, diseñar, construir e implementar es siempre un tránsito entre dos ámbitos entre los cuales nos encontramos: con la espalda tan bien cubierta y cargada de pasado como con la mirada perdida en el horizonte.