Eduardo
Chillida (1924- 2002) Proyecto de escultura en el interior de la montaña de
Tindaya, Canarias
Pero el espacio, ¿sigue siendo
el mismo? ¿No se trata de aquel espacio que quedó primeramente determinado a
partir de Galileo y Newton? El espacio, ¿es esa extensión uniforme,
indistinguible en cualquiera de sus posibles ubicaciones, equivalente en todas
sus direcciones, pero imperceptible a los sentidos?
Heidegger
Con
sabiduría, el pensador nos envenena con una duda: ¿qué pensamos cuando pensamos
en el espacio?
El
pensador nos aporta luego una clara
inquietud: el espacio se origina en una decidida violencia del espaciar, del negar
lugar a una cosa, para irrumpir otra presencia.
¿Pero cómo podemos hallar lo peculiar del espacio?
Hay una vía de escape, estrecha, sin duda, y vacilante. Intentamos ponernos a
la escucha del lenguaje. ¿De qué habla el lenguaje en la palabra «espacio»? En
ella habla el espaciar. Espaciar remite a «escardar», «desbrozar una tierra
baldía».
El espaciar aporta lo libre, lo abierto para un asentamiento
y un habitar del hombre.
Heidegger
Un
amigo del filósofo, el escultor Eduardo Chillida, propuso en su oportunidad la
realización de una escultura visitable mediante una excavación en una montaña.
Todavía se discute la oportunidad ambiental y artística de hacerlo.
Así
que el espacio compuesto y arreglado por y para nuestra presencia se origina en
una negación. “Nuestro” espacio es fruto de una especie de hurto, somos
advenedizos en el lugar, salvo, claro está, que nosotros seamos el propio lugar. Por las dudas, deberíamos pedir permiso
para entrar; el problema es ¿quién nos lo concedería?
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