Albrecht Dürer
(1471- 1528) Adán y Eva (1504)
Cuando hayamos comprendido
mejor la importancia de una física de la poesía y de una física de la moral,
llegaremos a esta convicción: toda valoración es una verticalización.
Bachelard,
1953
La
bipedestación humana dispensa los más hondos significados a la dimensión
vertical.
El
cuerpo cobra una nueva actitud y este hecho evolutivo debe haber dejado honda
huella en la conciencia. El cuerpo ahora
erguido es capaz de reordenar el entorno circundante. Las manos desarrollan
su específica vocación por asir, lanzar, considerar y ceder, con lo que el
cuerpo hace suyas porciones del mundo a título de cosas, de bienes, de
productos.
De
ahí que la ley y la culpa caigan y recaigan sobre el cuerpo así como lo hace la
fuerza de gravedad. Y así es también como se ordenan, jerárquicas, las
funciones del cuerpo, con la cabeza por todo lo alto y el corazón en el medio,
dejando el vientre en lo bajo.
De
ahí que todo movimiento ascensional es un triunfo sobre el peso material y una
ganancia del espíritu. De allí a que arriba, en el Cielo, habiten los Divinos,
dejando la tierra, abajo, a los Mortales. De allí que la rectitud, la probidad
y el mérito enaltecen. La morada del hombre tiene su remate de gloria en lo
alto de la cubierta
De
ahí que los movimientos de bajada, son unas caídas, postraciones o
humillaciones. En lo bajo habitan los errores y las pasiones indignas. En lo
bajo nos hallaremos cuando nos venza el cansancio, la derrota o la muerte.
Bajo
la casa, aguarda el sepulcro.
El
cuerpo, sostenido con esfuerzo erguido sobre sus pies, da origen a una segunda
y primordial dimensión clásica del espacio.
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