El
fin de todo lugar es en general ser apto para su habitación. Se observa que los
lugares formal y materialmente transformados para su habitación resultan más o
menos complejos, pero siempre estructurados en una cierta forma, en donde se
puede reconocer el fin principal al que se supeditan otros fines secundarios.
De lo que se trata, en la Teoría del Habitar, tal como se la concibe aquí, es
dar cuenta de esta propiedad trascendente de los lugares, esto es, su arquitectura
propia.
En
segundo lugar, tenemos que, ante la mirada que lo examina, el lugar se organiza
como una estructura jerarquizada de formas y fines. Revelar esta estructura por
medio de la observación, descripción y comprensión es uno de los propósitos de
la Teoría del Habitar. También en este aspecto, la conformación integral de tal
estructura es, en sí misma, una arquitectura.
Por
fin, el destino manifiesto de una arquitectura que atienda efectivamente el
habitar, es una síntesis arquitectónica de la forma.
Esto
quiere decir, concretamente que el resultado final de una empresa
arquitectónica destinada a la habitación, es, naturalmente, una arquitectura
que no se conforma con su condición de cosa construida, sino que va más allá,
hacia la dimensión en que la cosa construida constituye plenamente un lugar.