Case Study
House (1945-1966)
Hoy, no cabe ningún arquitecto
sin un fotógrafo. Las casas, antes de ocuparse, antes incluso de amueblarse,
deben fotografiarse. Luego, la vida las reduce.
Pedro
Azara, 2016
Puede
creerse que la arquitectura, como bien
consumible, debe fotografiarse por dos razones.
La
primera es que la fotografía distancia.
En efecto, hay una virtud en separar lo visible de otras evidencias, que pueden
resultar comprometedoras. Ofrecer un aspecto meramente visible presenta un aspecto, más que la forma efectiva. Y tal cosa puede ser conveniente.
La
segunda razón es que, a los ojos de un consumidor, todo es imagen. Es más simple y eficaz tratar con una imagen que
con la plena epifanía de la forma arquitectónica.
Esto
de la plena epifanía de la forma arquitectónica se dice mejor en términos de confortables roces de las arquitecturas con
la piel de los habitantes. El problema radica en que tales roces agradables
se reservan sólo y en exclusividad a los habitantes de la buena arquitectura. Y
los que habitan la buena arquitectura tienen una doble virtud: la fortuna de
haber dado con un buen arquitecto, (teniendo recursos materiales para ello),
pero sobre todo, cuentan con la capacidad de consumar su arquitectura.
Así,
unos —pocos— afortunados consuman la
buena arquitectura, mientras ingentes masas de ingenuos se limitan a consumirla al precio de una publicación
periódica.
¿No
les parece algo cruel?