Charles Marion
Russell (1864- 1926) Esperando con
inquietud (1899)
Parafraseando
a Edmund Husserl, quien en su momento demandó ir a las cosas mismas, parece que ahora corresponde ir a las demandas sociales efectivas mismas.
Los arquitectos no podemos ufanarnos vanamente de interpretar a nuestro modo las solicitaciones
habitables de la humanidad, sino que tenemos imperiosamente que forjar una
escucha atenta y una interpretación profunda y pormenorizada de las demandas de
nuestros actores sociales.
Eso
de interpretar a nuestro modo, no ha
significada hasta ahora otra cosa que hacerse eco de las ideologías dominantes,
esas que tratan a los habitantes como usuarios y a los sujetos como
consumidores. Es ética y políticamente insoslayable atender a los sujetos de
carne, hueso y deseo en primera persona, con la atención detenida de un
antropólogo social y con la profundidad de un psicoanalista, espeleólogo de los
psiquismos. Debemos aprender a interpretar en beneficio de quienes son
destinatarios legítimos de nuestra labor.
Y
nuestra labor, ahora, es conseguir la mejor arquitectura que nuestros
congéneres, en sus actuales y futuras condiciones, merezcan efectivamente. No
podemos confiarnos en muestras excepcionales de genio o talento puestos al
servicio de los objetos singulares. Debemos apostar a la forja de conocimiento
científico puesto al servicio de una práctica metódica y socialmente
comprometida. Por ello, la mejor arquitectura no reside necesariamente en las
anfractuosidades de las mentes de proyectistas y constructores, sino en las
profundidades del deseo de nuestros semejantes, a título de habitantes.
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