Amalia
Lindegren (1814- 1891) Tarde festiva en
una granja (1860)
El
análisis de las actividades del cuerpo a título de coreografía tiene antecedentes en los estudios tayloristas del
trabajo. El ejemplo más cabal es el estudio realizado por Margarete
Schütte-Lihotzky para su proposición ejemplar de la Cocina de Frankfurt, hacia
1926. El punto crítico aquí consiste en señalar la reducción mecanicista
implícita en tal método. El método adoptado ha resultado ejemplar en términos
de adecuación funcional mecanicista, pero ha soslayado otros importantes
aspectos.
Es de
creer que asumir operativamente una secuencia de gestos habituales como una
coreografía (del griego χορεια, danza circular y γραφή escritura) apunte a
desembarazar la observación del sesgo mecanicista, para apreciar en todo su
valor la forma del movimiento y su relación con los significados. La
observación, descripción e interpretación de las coreografías de la vida
cotidiana puede ilustrar mucho y provechosamente sobre un nivel básico de las
relaciones entre el cuerpo y el lugar habitado.
A
partir de poner en discusión la presunta racionalidad operacional de los gestos
del cuerpo, puede reinterpretarse y valorarse en sus justos términos los
procedimientos fundamentales por los cuales el cuerpo se apropia de los
recursos del sitio, construyendo con sus gestos la contextura efectiva del
lugar. En este sentido, la atención a tales fenómenos es deudora de la
contemplación maravillada del arte de los danzantes. Son los bailarines los que
desarrollan su talento en la conquista simbólica del espacio y el tiempo y son
quienes nos enseñan a contemplar con atención las formas y los símbolos del
movimiento diestro en el lugar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario