El incómodo beneficio de la duda

Carl Moll (1861–1945) Autorretrato en el estudio (1906)

Lo que mantiene viva y despierta a la filosofía es la capacidad de dudar, de no dar por definitiva ninguna respuesta

Victoria Camps. Elogio de la duda

Hay espíritus que gustan considerarse prácticos que odian toda forma de perplejidad, ya que estorba a su amada eficacia. Hay arquitectos así. Abominan la Teoría y se apartan todo lo que pueden de cualquier forma de filosofía que no sea una directiva clara y decidida de cómo-deben-hacerse-las-cosas.
Pero no todo es eficacia.
Hay también espíritus que desconfían de las prácticas eficaces que resultan en el mundo tal cual se muestra. Que no es, por cierto, el mejor de los posibles. Para aspirar a un mundo un poco más preferible que el que tenemos en la actualidad, debe empezarse por dudar. Y la duda es beneficiosa, aunque incómoda. No deja actuar tan de prisa, pero sin embargo, lo que perdemos en eficacia podemos ganarlo en cosas como prudencia, tino, o incluso sensatez.

Porque el mundo que hoy habita el hombre precisa de la eficacia práctica, pero más necesita prudencia, tino e incluso, sensatez.

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