Sobre el urbanismo inmobiliario


 Michel Rosé (1963) Skyline (2018)

La constitución de la ciudad inmobiliaria como visión hegemónica del hecho urbano ha pasado por la presentación de los intereses particulares de la clase capitalista como los intereses de toda la sociedad, acompañada por un despliegue ideológico que ha construido un imaginario colectivo, que mostrando el hecho urbano como algo a gestionar, objetivo, natural, sin ninguna implicación política, ha logrado generalizar una percepción del mundo que mira hacia cuestiones que eluden la verdadera motivación del urbanismo.
Cristina Fernández Ramírez, Eva García Pérez, 2014

Puede entenderse como urbanismo inmobiliario la teoría (implícita) aunada a la práctica social de producir fenómenos urbanos propio del tardocapitalismo contemporáneo.
Se precisa así una praxis que subsume el desarrollo urbano global al imperio de los intereses y visiones propios de los sectores hegemónicos de nuestra sociedad. En este sentido, no es otra cosa que la manifestación objetiva de un efectivo dominio de clase que opera tanto con los hechos físicos de la ciudad, así como en sus representaciones y valores que estos revisten en la conciencia colectiva.
Más allá de cualquier constricción política o reglamentaria, los actores sociales empresarios proponen, innovan, subvierten y consiguen, de un modo u otro, imponer de hecho las circunstancias que dan lugar efectivo a los hechos urbanos, en su promoción, diseño, realización y explotación. Estos hechos urbanos consiguen, tarde o temprano, hacerse inevitables, irresistibles y hasta oportunos en un marco sociocultural proclive a rendirse a la evidencia de las efectivas relaciones sociales del poder. La voz de amo clama por aquellas propuestas que se vuelven sensatas precisamente en su realización efectiva como negocio logrado.
Hoy, la verdadera motivación de un urbanismo que responda al interés general de la sociedad en su conjunto e integralidad, se repliega a la defensiva.

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