Henri
Cartier-Bresson
Si uno
se detiene a reflexionarlo, las personas experimentan cada una a su manera una
pasión del lugar que pueblan.
El
mundo nos pone en nuestro lugar mediante influjos, esto es, materias, energías
e informaciones que dan cuenta de un cierto rigor, una cierta inclemencia, un
cierto ensañamiento de las situaciones y los acontecimientos sobre nuestros
cuerpos. Las situaciones y los acontecimientos fluyen raudos hacia nuestro
interior más recóndito, conmoviéndonos el ánimo.
Tales
influjos dejan marcas, señales, improntas sobre el cuerpo. La letra del mundo
entra a golpes de aprendizaje. Por ello es que el tiempo nos siembra así el
semblante y aún la contextura interior de memorias en forma de arrugas, de
rictus, de frunces.
La
composición coherente de influjos e improntas constituye lo que experimentamos
como vivencias. Así, las situaciones y los acontecimientos se imprimen en la
geografía e historia del cuerpo. La pasión del lugar que vamos ocupando día a
día se superpone con la historia vivida. Eso
es tener lugar.