Consumaciones (VII)


Aline Smithson

Marina Garcés ha bosquejado la constitución subjetiva, eso que se deja indicar —muy problemáticamente hoy— con el pronombre yo, como si de una habitación interior se tratase.
Y afirma: “... ¿dónde volver? ¿Dónde resistir? ¿Dónde dormir? ¿Desde dónde escuchar? La subjetividad liberada de las cadenas del yo termina condenada a la movilización, a la visibilidad y a la comunicación continuas.” La habitación interior sería entonces un receptáculo necesariamente vacío o más bien vacante, hacia donde uno mismo podría retirarse y apartarse.
A esto es poco lo que puede agregarse, a efectos de dejar resonar sus inquietantes consecuencias acerca de nuestra propia autoconciencia. Pero también puede sospecharse que la habitación es, ciertamente, interior, sí, de nuestra persona, y asimismo se sitúa antes de nuestro efímero presente. Así, habitamos replegados tanto en el espacio como en el tiempo y nuestra habitación es, a la vez, interior y memoria, toda vez que habitamos apenas un instante después del ahora al que nos resigna la vida.
Desde tal situación estratégica de nuestra subjetividad en cuestión es que habitamos, tentativa y palpitantemente, un aquí y ahora en continuo declinar hacia adentro y hacia atrás en el tiempo.

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