Aline Smithson
Marina
Garcés ha bosquejado la constitución subjetiva, eso que se deja indicar —muy
problemáticamente hoy— con el pronombre yo,
como si de una habitación interior se tratase.
Y afirma: “... ¿dónde volver? ¿Dónde resistir?
¿Dónde dormir? ¿Desde dónde escuchar? La subjetividad liberada de las cadenas
del yo termina condenada a la movilización, a la visibilidad y a la
comunicación continuas.” La habitación interior sería entonces un receptáculo
necesariamente vacío o más bien vacante, hacia donde uno mismo podría retirarse
y apartarse.
A esto
es poco lo que puede agregarse, a efectos de dejar resonar sus inquietantes
consecuencias acerca de nuestra propia autoconciencia. Pero también puede
sospecharse que la habitación es, ciertamente, interior, sí, de nuestra persona, y asimismo se sitúa antes de nuestro efímero presente. Así,
habitamos replegados tanto en el espacio como en el tiempo y nuestra habitación
es, a la vez, interior y memoria, toda vez que habitamos apenas un
instante después del ahora al que nos resigna la vida.
Desde
tal situación estratégica de nuestra subjetividad en cuestión es que habitamos,
tentativa y palpitantemente, un aquí y ahora en continuo declinar hacia adentro
y hacia atrás en el tiempo.
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