Carola Clift
(1974)
Vivimos
lanzados vertiginosamente hacia adelante, hacia el punto del horizonte donde
nos aguarda un destino autoimpuesto.
La
habitación de la profundidad perspectiva es entonces la vivencia de un impulso
existencial primordial, elemental, que quisiéramos incesante. Es que ese punto
inalcanzable en el horizonte es, con toda legitimidad, lo más nuestro que
tenemos en el mundo. En el fondo, no importa nada qué sea lo que se encuentre
allí, sino que, obstinada y esforzadamente, es allí adonde siempre vamos. Hacia
lo que vendrá, impelidos por la flecha del tiempo.
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