La habitación del lugar de trabajo

René Hérisson (1857- 1940) La vidriería Claude Boucher (1904)

Hay algo especialmente mezquino en los lugares en donde sólo se invierte en aquello que se traduce en comprobables beneficios económicos.
Así como el capitalista del siglo XIX despojó al artesano del orgullo por su propio trabajo, sustituyendo una labor esforzada y valiosa en una cruda explotación, así también la magia equívoca del taller tradicional mutó en la fábrica moderna, en donde las máquinas dictan su ley.
Ha pasado ya mucho tiempo y se han sucedido generaciones de trabajadores aquejados de enfermedades profesionales, cuando no muertos en accidentes. Recién en la actualidad se empieza a tener en cuenta las variables ambientales básicas para asegurar un mínimo de salubridad en los lugares de trabajo.
Pero conviene recordar que parte no menor de nuestra condición humana la verificamos en aquello que producimos para ganarnos el sustento. Por ello, los lugares de trabajo deben ser adecuados, dignos y decorosos, propios nuestra condición de seres humanos, ejemplares de la especie homo faber.


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