Kawase Hasui (1883-
1957) Noche lluviosa en Nissaka, (1942)
Empieza por el principio - dijo
el Rey con gravedad - y sigue hasta llegar al final; allí te paras.
Lewis
Carroll
La
Teoría del Habitar tiene a la finalidad habitable como el único fin en sí mismo
de la actividad arquitectónica.
Desde
el punto de vista del constructor, el edificio puede ser un fin en sí mismo: el que llegue a existir un orden
material y energético estable y durable es el fin de la ingeniería de la
construcción. En efecto, desde un cierto punto de vista, un edificio es un
ingenio que resulta de una destreza competente. Hay que reparar, sin embargo,
que tal fin en sí mismo se cumple en el caso del sujeto constructor, pero no en
todo otro sujeto que no detente esta condición. Luego, el edificio es un fin en
sí mismo sólo para su constructor.
Desde
el punto de vista del proyectista, el proyecto, esto es, la representación de
la anticipación ideal del edificio puede ser un fin en sí mismo: el que llegue
a ver la luz la muestra elocuente del talento artístico del diseñador. También
desde un cierto punto de vista, un edificio es la materialización de una
intención intelectual que le confiere forma positiva. Pero este aspecto
constituye un fin en sí mismo sólo para quien sea el efectivo proyectista. De
esto se desprende que un proyecto sólo puede ser un fin en sí mismo sólo para
el proyectista.
Mientras
tanto, toda la humanidad, incluyendo
a los constructores y proyectistas, habitamos obras arquitectónicas o podemos
hacerlo. La finalidad habitable es universal, a la vez de toda obra
arquitectónica y de todos los seres humanos. De donde, la habitación de la arquitectura es
un fin en sí mismo en toda circunstancia.
Y
cuando llegamos a esta finalidad, entonces y sólo entonces, nos detenemos allí.
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