El lugar de la puerta

Giovanni Boldini (1842- 1931) El portador del envío (1879)

Mientras que los muros no ocultan su vocación de separación, alejamiento y confinamiento, las puertas, que abren-y-cierran, consiguen, a la vez, cubrir, alojar, descubrir y, en ocasiones, invitar cortésmente a pasar.
Por esto los muros son sordos y mudos, mientras las puertas hablan. Para interrogar a los muros, uno debe tomar contacto íntimo con ellos y pegar el oído a los más débiles susurros, cuando no conformarse con la esperanza de ser oídos en un benévolo silencio.
Pero con las puertas es siempre posible negociar con respeto: uno las toca con delicadeza y las puertas siempre responden. O se abren de par en par, solícitas, o bien permanecen aferradas a su marco. Pero siempre resultan elocuentes.

Habitar el lugar de las puertas es mucho más interesante que habitar según se cierran los muros.

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