Hacia una estética propia de la piel y el tacto (I)

Constantin Brâncuși (1876 – 1957) Musa dormida (1910)

Ver de lejos, es una cosa; pero ir allí, esa es otra
Constantin Brâncuși

Con demasiada insistencia se contempla a la arquitectura con el único auxilio del sentido de la vista.
Para ello, se suele adoptar un punto de vista convenientemente alejado, a efectos de que la mirada domine el conjunto. Pero es ya hora de cambiar la actitud. Es preciso ahora buscar el contacto íntimo, la interacción concreta entre el cuerpo del valuador estético y la obra que ya no se distancia, sino que se brinda al reconocimiento estrecho y a la inmersión profunda del sujeto en su objeto estético.
Porque la arquitectura no es una cosa plástica en el espacio abstracto, sino una relación muy próxima y palpitante entre el sujeto que la habita y el lugar que se abre, propicio a la exploración.

Hay que comenzar la fruición arquitectónica por la respiración de la atmósfera del lugar, por la intromisión sensible en su corazón palpitante, una experiencia de toda la piel.

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