Emociones en patrones de habitar (V: Hitos)

El obelisco de Montevideo al atardecer

 Los hitos constituyen instancias de una peculiar intensidad emocional.
Conservan aún en las condiciones de mayor habituación de los itinerarios una cuota irreductible de sorpresa y singularidad que pautan rítmicamente todas las marchas. Cuentan por ello con la adhesión confiada del habitante habituado y distraído que cuenta con esas presencias y ocurrencias para deambular enfrascado en sus importantes cavilaciones. Si bien no puede decirse que un hito nos promueva una decidida alegría, lo cierto es que, si la desidia nos priva de uno, entonces sentimos, seguro, una profunda tristeza. Y en realidad, nuestros caminos son mezquinos si no cuentan, cada tanto, con una marca significativa de etapa.

Obsérvese la ilustración sobre nuestro obelisco: los pormenores morfológicos del jalón quedan reducidos a una reconocible silueta en la memoria, mientras que el destello postrero allá en lo alto nos señala el fin de la jornada. Y todo esto, sin molestar apenas si una zona marginal de nuestra atención. Tal es la virtud de los hitos.

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