En un
momento histórico por demás inoportuno, Heidegger dice lo suyo sobre el
habitar.
En
efecto, en plena reconstrucción posbélica, los arquitectos y constructores se
ensañaban sobre las ruinas para ofrecer alojamientos confortables y económicos.
La vindicación del habitar de Heidegger, reflexión prudente de un filósofo
—para siempre manchado por su relación con el nacionalsocialismo— tardó en
llegar a las conciencias de los arquitectos, aquejados como siempre por la
ideología productivista dominante. Para esta ideología el habitar constituye un
no-problema, porque es visto como la consecuencia necesaria del proyectar y
construir eficaz y eficiente.
Sólo
hacia el último cuarto del siglo XX, las palabras del pensador hacen eco.
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