Si, como creemos, el ser meditativo es
primeramente el ser soñador, toda una metafísica de la ensoñación podría
inspirarse en la página de Éluard. En ella el ensueño se encuentra integrado en
su justo lugar: antes de la representación, el mundo imaginado esta justamente
colocado antes que el mundo representado, el universo justamente situado antes que el
objeto. El conocimiento poético del mundo precede, como es justo, al
conocimiento razonable de los objetos. El mundo es bello antes de ser
verdadero. El mundo es admirado antes de ser comprobado. Toda primitividad es
onirismo puro.
Si el mundo no fuera primero mi ensoñación,
entonces mi ser estaría inmediatamente ceñido en sus representaciones, siempre
contemporáneo y esclavo de sus sensaciones. Privado de las vacaciones del
sueño, no podría tomar conciencia de sus representaciones. El ser, para tomar
conciencia de su facultad de representación, debe pasar por ese estado de vidente
puro. Ante el espejo sin azogue del cielo
vacío, de realizar la visión pura.
Bachelard,
1953
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