Un-lugar-para-cada-cosa

Eugène Galien-Laloue (1854–1941) La Madeleine (1941)

Las ciudades son un inmenso laboratorio de ensayo y error, fracaso y éxito, para la construcción y el diseño urbano. El urbanismo tenía que haber utilizado este laboratorio para aprender, formular y probar sus teorías. Pero los profesionales y maestros de la disciplina (si es que merecen llamarse así) han ignorado el estudio de los éxitos y fracasos concretos y reales, no han sentido curiosidad por las razones que podrían explicar un inesperado éxito y, en cambio, se han dejado guiar por principios derivados del comportamiento y apariencia de pueblos, urbanizaciones, sanatorios antituberculosos, ferias y ciudades imaginarias y soñadas… cualquier cosa excepto las propias ciudades.
Jane Jacobs

El urbanismo de los CIAM se esforzaba en distribuir, de manera metódica y ensañada, usos y ámbitos de modo de destinar un-lugar-para-cada-cosa.
Pero la realidad de las ciudades efectivamente vividas es que los ámbitos urbanos más vibrantes de vida son aquellos en que los usos se superponen, interactúan complejamente y se potencian mutua y productivamente. La simplicidad que se exhibe con claridad en planos y maquetas resulta en una trágica ausencia de vida real.

Por eso, aquí crece la sospecha que no debería confiarse tanto una ciudad al imperio tecnoburocrático de los urbanistas, sino que debería consentirse en el talento de los poetas urbanitas. Que tiene que haberlos: hay que descubrirlos, oírlos… y empoderarlos.

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