Santuario de
Apolo en Delfos, Grecia
Hace
ya un tiempo que aquí se piensa, se escribe y se aguarda con paciencia algún
tipo de retorno del silencio del Respetable.
Se
piensa en el habitar humano en la hipótesis de que se trata éste de un aspecto
trascendente de la condición humana. Podría pensarse que tal aspecto desvelaría
la conciencia de los arquitectos. Pero no. Apenas algunos parecen mostrar algún
interés incipiente por tales cuestiones. Podría desvelar el sueño de cualquiera,
ya que todos habitamos y habitamos siempre. Pero no.
Ahora
me doy cuenta que sigo escribiendo aquí impulsado por la terquedad, la obsesión
y la compulsión, sí, pero también por la intriga que me promueve el Silencio
del Respetable. Sigo atenta y diariamente las estadísticas de las visitas a
este sitio: me consta que estos desvaríos se someten a algún tipo de
escrutinio.
Pero
pocos de los que leen esto hacen comentarios. Ni siquiera para ejercer la
función puramente fática de la comunicación: Estoy aquí, vivo. Menos para disentir, discutir, aportar,
estimular. Gracias a los que se animan.
Es de
comprender la ansiedad del creyente ante el pertinaz Silencio de Dios. Por mi
parte, me parece que, al menos por ahora, seguiré escribiendo profundamente
intrigado y desafiado por el Silencio de los Navegantes. Hasta sucumbir en él.
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