Plumas ajenas: Carl Friedrich Schrörer

Un jardín significa siempre una añoranza a la que se ha dado forma, también un regreso sentimental a la edad dorada, a la vez que un escape hacia la utopía. Siempre está implícito el intento de recobrar en la tierra el paraíso perdido y alcanzar así, por adelantado, el reino de los cielos prometido. El camino para alcanzar esta meta es la reconciliación con la naturaleza; reconciliación sólo posible dentro del arte. La naturaleza vuelve a ser bella sólo en esta elevada esfera, que cuenta con un orden propio. En este contexto, deja de ser pedregosa y dura como tierra de labradío, e intransitable y llena de peligros como la selva. Los jardines resultan de la conjunción de lo bello del arte y de la naturaleza, en lo que están incluidos todos los elementos naturales como el agua, la luz, el aire, el crecimiento, convirtiéndolos en objetos de arte.

(Schrörer, 1992)

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