Plumas ajenas: Gaston Bachelard

Cuando se sueña en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueño,
se participa de este calor primero, de esta materia bien templada del paraíso material. En este ambiente viven los seres protectores. Ya volveremos a ocuparnos de la maternidad de la casa. Por ahora sólo queríamos señalar la plenitud primera del ser de la casa. Nuestros ensueños nos vuelven a ella.
Y el poeta sabe muy bien que la casa sostiene a la infancia inmóvil "en sus brazos":1
Casa, jirón de prado, oh luz de la tarde
de súbito alcanzáis faz casi humana, ,
estáis junto a nosotros, abrazando, abrazados.

1 Rilke, apud Les lettres, 4 año, núms: 14-15-16, p. 1.


(Bachelard, 1957)

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