Hay
en los arquitectos una atención privilegiada a la cosa proyectada y construida.
Esta
atención es esperable dada la complejidad y compromiso que suponen los
artefactos arquitectónicos. Por ello, casi la mitad del esfuerzo profesional se
destina al diseño y al proyecto y otra casi mitad se dedica al desarrollo
tecnológico de la cultura tectónica. Pero esto no es suficiente.
Las personas son protagonistas de primera
magnitud en la arquitectura, la que es una estructura vincular entre la cosa
construida y quienes la habitan.
Por
ello es que una porción no desdeñable del conocimiento, práctica competente y
talento creador arquitectónico deba atender decidida y específicamente a las
personas, constituyendo, en un futuro no demasiado lejano, una antropología del
habitar.
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