Debe prestarse
peculiar atención a los rituales que constituyen los lugares.
Los
arquitectos nos hemos detenido particularmente en las articulaciones
diferenciadoras, gestos primordiales de toda edificación. Pero hay también
tenues y laxos acondicionamientos que vuelven un sitio inculto un lugar
habitado apenas se ha constituido un mínimo ajuste de sus condiciones para
posarse sobre él, para detenerse acaso sólo un instante, para revelar —en el antiguo sentido
fotográfico de la expresión— el origen de un lugar. También existe una tercera
modalidad: el sentar sus reales un juego con sus reglas, organizarse una
secuencia de rituales, oficiar una ceremonia.
Así
que, por lo menos, hay tres modalidades, no necesariamente excluyentes para
constituir lugares, tarea tanto del habitar como de la arquitectura.
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