Los
lugares habitados están atravesados por una compleja malla doble de vínculos sociales
interpersonales. Se trata de una malla doble porque los vínculos se construyen con diversas motivaciones.
Por
una parte, un entretejido ergotópico, esto es, las alianzas y competencias
entre agentes sociales constreñidos en las formas sociales del trabajo. Peter
Sloterdijk vacila en denominar a este aspecto del lugar ya como ergotopo, ya como falotopo. En todo caso, un orden minucioso cuanto más complejo y
uno de los fundamentos del orden social mismo, particularmente en su
manifestación de sumisión a la norma, al sentido común, al consenso.
La
otra estructura mallada, complementaria a la vez que contradictoria con la
anterior la constituyen las luchas soterradas por el afecto, el idilio, el
ejercicio de la sexualidad y la administración general de los lazos afectivos
del parentesco. Se trata del erototopo, en la
caracterización de Peter Sloterdijk. Allí domina una especie de atención suspicaz-concupiscente a las diferencias entre sus
miembros, en palabras de nuestro autor citado. Se define una trama
singularmente lábil, pero determinante que contradice el orden ergotópico,
reconfigurando dinámicamente el otro gran fundamento del orden social: el de
las alianzas y de los celos.
De
allí se desprende la postulación, en el seno de los lugares, de dos dimensiones
específicas a estudiar con peculiar atención: las dimensiones ergotópicas y las
erototópicas.
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