Llamamos alethotopo al lugar en
el que cosas se vuelven manifiestas, así como decibles o figurables. La
estancia en el encierra el riesgo de ser influido tanto por verdades que se
muestran, se comprenden y siguen
valiendo, como por errores, que sólo se manifiestan posteriormente y cuya
repetición es de temer. Desde el primer punto de vista, el alethotopo se parece
a un almacén, desde el segundo, a un lugar de ejecución o a un vertedero de
basuras.
(Sloterdijk,
2004: 328)
Más
allá del horizonte, pero siempre en la dirección en que encaramos, se abre el
abismo singular del alethotopo.
Se
trata, según Peter Sloterdijk, de la región en donde radican, ocultas, las
cuestiones por conocer. Conocer, desde Heidegger, consiste de un fundamental
desocultar. Desocultar, por su parte, es traer del lado de allá del horizonte, algo que se emplace dentro del lugar
habitado, esto es, en el lado de acá
del horizonte.
No
sólo habitamos confinados efectivamente por el horizonte: tanto el alethotopo como el thanatotopo abren dimensiones propias de simas exteriores y sin
embargo presentes en la existencia efectiva de los mortales en los lugares.
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